Verano de suicidas

Este verano han caído en mis manos 2 libros escritos por famosos suicidas. Además del macabro final de sus vidas, ambos comparten sus cavilaciones sobre la mejor forma de morir en sus respectivos libros, aunque no sea el tema central de los mismos. Fascinación y desasosiego para dos lecturas muy diferentes:

Sylvia Plath

El primero es “La Campana de Cristal”, de Sylvia Plath. Es la única novela que la famosa poetisa escribió y fue publicada inicialmente bajo seudónimo poco después de su suicidio, con sólo 30 años de edad. Cuando se habla de Sylvia Plath, viene también a la cabeza Virginia Woolf: las dos célebres escritoras de mediados del S.XX acabaron con sus vidas y fueron reverenciadas tras su muerte; Sylvia Plath metió la cabeza en el horno para morir por inhalación de gas, Virginia Woolf se adentró en un río con piedras en los bolsillos de su abrigo.

“La Campana de Cristal”, novela semiautobiográfica, cuenta un año en la vida de una veinteañera que se muda a Nueva York para trabajar en una revista de moda. Es el verano de 1953, tiene gastos pagados y muchas fiestas en perspectiva. Pero el otoño traerá la depresión y la sensación de verse rodeada por una campana de cristal que impide su conexión con la vida cotidiana.

Muy crítica con todo lo que le rodea, pero principalmente consigo misma, la protagonista no se deja deslumbrar por los brillos de Nueva York, ni permite la más mínima concesión a ser encasillada en los roles establecidos para las mujeres de su época.

campana cristal

“Era un verano extraño, sofocante, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg, y yo no sabía qué estaba haciendo en Nueva York”.

David Foster Wallace

El segundo es “La Broma Infinita”, de David Foster Wallace, de quien estos días se conmemora el 5º aniversario de su muerte. Inteligentísimo, considerado un genio fuera de lo común y creador, junto a Jonathan Franzen, de la nueva novela americana, se ahorcó en el verano de 2008, tras dejar los antidepresivos que llevaba tomando durante 22 de sus 46 años.

A pesar de su título, esta novela no es ninguna broma: es un libro denso y complicado, de más de mil páginas, con palabras que nunca has visto en tu vida, frases interminables y pensamientos deshilvanados que pueden llevar a querer abandonarlo nada más empezarlo. Este es un libro para leer, no durante un verano, sino durante todo un año. Tal es la complejidad de sus páginas y notas, que existen indicaciones varias para no desmoralizarse.

Una novela sobre tenis, drogas y fármacos, relaciones familiares… Sobre todo y nada a la vez.

Broma Infinita

“Todo el mundo es idéntico en su secreta y callada creencia de que en el fondo es distinto de todos los demás”.